Si un día su hijo o hija llegan a la casa con atuendos o accesorios poco convencionales, el pelo teñido de uno o más colores, o mezclando el español con expresiones que parecieran sacadas de una película de ciencia ficción ¡No se preocupe! Es probable que él o ella estén comenzando a descubrir una de las muchas nuevas formas de expresión que, día a día, están adoptando, cada vez con más fuerza, los adolescentes tanto del país como de nuestra región.
También conocidas como “tribus urbanas”, algunas de estas agrupaciones han estado en vitrina los últimos meses debido a peleas, escándalos y una vida sexual promiscua; sin embargo, muchos de los jóvenes que afirman ser parte de estas autodenominadas “tendencias”, poseen atributos y realizan actividades que son ignoradas o estigmatizadas por la mayoría. De hecho, son los mismos padres quienes, por desconocimiento, a veces ven estas manifestaciones de forma negativa, y las tildan sencillamente como una “mala influencia”.
Si bien el grupo estandarte de esta nueva casta juvenil son los archiconocidos y mediáticamente manoseados “pokemones”, la mayoría de los chicos que simpatizan con algún “estilo” en particular asegura no encajar dentro de aquella categoría, la cual es vista por muchos como una suerte de “insulto” o, incluso, como un movimiento de segunda clase. Es por esto que ellos utilizan nombres y denominaciones más específicas, dentro de las que se pueden encontrar, por ejemplo, a Otakus, Visual, Emos y Pelolais.
EMOS: MÚSICA Y EMOCIONALIDAD
No tienen filiaciones políticas, ideologías o dogmas religiosos. Se autodenominan como “Emos” (término derivado de la palabra “emoción” o “emocional”), y su principal motivación en la vida es la música. Generalmente son estereotipados como personas, con estados de ánimo depresivos y conductas autistas, aunque no es extraño que muchos de ellos sientan rechazo por las instituciones y la sociedad en general. Las canciones de sus bandas favoritas (My Chemical Romance, Green Day y Panda, entre otros) hablan sobre dolor, sufrimiento y desilusiones amorosas, y el género que más los identifica es el punk o hardcore, aunque eso es tema de largo debate entre sus miembros.
En su mayoría son delgados, les gusta usar la ropa bien ceñida al cuerpo, tienen el pelo liso o “alisado”, y se dejan caer un mechón que les tapa la mitad de la cara. Sus colores preferidos son el negro, el púrpura y el fucsia, y sus accesorios más distintivos son las muñequeras, los piercings en labios y cejas, las hebillas de metal con calaveras, las zapatillas de skate o básquetbol old school, y las poleras estampadas con los nombres de los grupos que escuchan. En Viña, algunos acostumbran juntarse en la Plaza México (en honor a “Panda”, provenientes de aquel país), y en el sector de videojuegos del Marina Arauco.
“Carreteamos como cualquier otro estudiante, nos gusta ir al “Huevo” los fines de semana, bailamos y no tenemos problema en escuchar la música que ponen en esos lugares”. (Nico, Emo)
Nico y Ricardo (19) son estudiantes universitarios y dicen sentirse “Emos”, aunque afirman llevar una vida perfectamente normal: “Carreteamos como cualquier otro estudiante, nos gusta ir al “Huevo” los fines de semana, bailamos y no tenemos problema en escuchar la música que ponen en esos lugares”. Algunos miembros de este grupo declaran abstenerse de las drogas y el alcohol, sin embargo, ellos señalan que aquello es decisión de cada uno.
Si bien se declaran “normales”, de todas formas reconocen que cuando caminan por los pasillos de la universidad los miran “raro”, porque su estilo algunas veces no encaja con el de la mayoría: “A nosotros nos gusta expresarnos a través de nuestra vestimenta, nuestro pelo, y sabemos que al resto eso le choca un poco”, y agregan: “no queremos provocar a nadie, es sólo un estilo más”.
Si bien se declaran “pacifistas” y respetuosos de las otras personas, de todas formas sienten que son discriminados por la forma en que se visten, y muchas veces los han tildado de “gay” o, incluso, hasta de ser “pokemones”, lo cual es para ellos un verdadero insulto: “Son poseros, flaites y tratan de imitar nuestro estilo… lo que pasa es que la gente es súper prejuiciosa, entonces te ven distinto y te asocian al tiro con lo que ven en la televisión o está de moda”. Otra cosa que “les carga” también es que sean asociados con el grupo Kudai, ya que afirman es “para cabros chicos”.
Junto con la ropa y los accesorios, explican que se dejan caer el mechón de pelo hacia el lado derecho, lo cual significa estar “en contra del sistema”. Es por esto que ellos definen su estilo como una “tendencia” y no sólo como una moda más, asegurando que todo comenzó hace tiempo, cuando empezaron a formar sus primeros gustos musicales: “Nosotros hemos sido así desde siempre, lo que pasa es que en el colegio estábamos obligados a tener el pelo corto y usar uniforme, y ahora que estamos fuera, por fin podemos vestirnos y expresarnos como queremos”.
OTAKUS Y VISUAL KEI: FANÁTICOS DE ORIENTE
Originario de Japón, el término “Otaku” nació como una forma despectiva de denominar a cualquier persona que fuese fanática de un tema o asunto específico; algo así como un nerd para nuestra cultura occidental. Con el tiempo, este concepto comenzó a ser utilizado por jóvenes de todo el mundo, quienes sentían admiración principalmente por la “cultura pop” de aquel país (cómics o manga; series animadas o animé).“Estos chicos están haciendo algo que en mi época no se podía hacer, y creo que ellos tienen que expresarse”. (Marcelo, Otaku)
En Chile, los primeros “otakus” comienzan a aparecer a principios de los 90, y actualmente son una suerte de “rareza” dentro de la extensa cantidad de grupos, subgrupos y “tribus urbanas” que parecen acaparar el gusto de los más jóvenes. Marcelo Garay es constructor civil, ya ronda los 30, y asegura ser uno de los precursores de este movimiento en la región: “Nosotros fuimos de los primeros en traer animación japonesa a Chile, y al principio teníamos que traducir manualmente todo lo que venía de afuera”.
De esta forma, él y sus amigos organizaron los primeros ciclos de animación en Valparaíso, formando después un Centro Cultural dedicado a todos los fanáticos de aquel particular hobby. Con el tiempo, Garay se dio cuenta que el número de adeptos fue creciendo, y presenció el nacimiento de un nuevo grupo, el cual se atrevía a vestirse y maquillarse como sus ídolos y que llevó este fanatismo a niveles nunca antes vistos.
Adoptando el nombre de “Visual Kei”, ellos son los que actualmente “la llevan” en cuanto a estilo japonés, y Marcelo es el encargado de organizarles sus fiestas y proveerles los lugares y el material audiovisual adecuado para su realización: “Estos chicos están haciendo algo que en mi época no se podía hacer, y creo que ellos tienen que expresarse”.
Casi a modo de “segunda generación” de los Otakus, los “Visual” (léase víshual, con “sh” y tilde en la “i”) son jóvenes de entre 15 y 18 años que, inspirados principalmente por el animé y las bandas de rock que originalmente hacían las canciones para aquellas series, decidieron emular de la forma más fiel posible el estilo y vestuario de sus personajes y artistas favoritos.
Proveniente también desde Japón, el “Visual Kei” nació en los años 80 como un fenómeno musical/visual que iba contra el conservadurismo propio de aquella cultura, y quienes lo comparten en Chile se autoproclaman como un “movimiento estético”, el cual no tiene más ambición que el de seguir aquel ejemplo. Dentro de sus filas podemos encontrar, a su vez, una serie de subdivisiones, tales como el “Kote-Kote”, “Oshare” y “Eroguro”, entre otros.
Por lo general, sus miembros usan maquillaje extravagante, peinados con mechas fosforescentes de distintos largos y formas, y elaborados vestuarios con numerosas chapitas y accesorios. Están conformados tanto por hombres como por mujeres, y es casi un requisito que cada uno adopte un apodo o nick distintivo en japonés. Si bien los músicos que impusieron este estilo en Japón son, en su gran mayoría, de sexo masculino, es común que algunos usen maquillaje o ropa que puede considerarse como femenina o, incluso, “andrógina”, lo cual también es imitado por sus seguidores chilenos.
En Viña se juntan afuera de la galería Carrusel, en calle Valparaíso, y los fines de semana asisten a las numerosas fiestas que organizan en distintos puntos de la ciudad. Una vez más, lasdrogas y el alcohol es algo que depende de cada uno.
Paulina o “Zan” tiene 17 años, estudia en un instituto de Viña del Mar y confiesa que debió abandonar el colegio porque esa era la única forma de poder vestirse y expresarse de la forma que a ella más le acomodaba. Asegura que su gusto por este movimiento partió hace unos cinco años, cuando todavía se consideraba una “Otaku”: “Al principio me gustaban los monitos y las series japonesas, pero después me empezó a gustar cada vez más la música que ponían ahí, por lo que de a poco fui definiendo mi estilo más por ese lado”.
Afirma que hoy en día es muy común ver a chicos que, de un día para otro, se “transforman” e intentan imitar su estilo, pero que, en realidad, eso es sólo una moda, ya que los que verdaderamente son “Visual” comparten una tendencia que partió hace años con la música y el animé: “Nosotros nos burlábamos de los que nos copiaban y les empezamos a decir ‘pokemones’ como un insulto. Ahora es súper ridículo que se autodenominen así, porque es casi como si se llamaran ‘tontos’ o algo por el estilo”.
Dentro de este grupo, el principal medio de difusión y validación corresponde al fotolog, lugar en el cual la mayoría “sube” fotos donde el que tiene el mejor “estilo” (mejor peinado, maquillaje, etc.) es el más “posteado” (que recibe comentarios positivos), por ende, el que alcanza mayor popularidad entre sus pares. “Zan” asegura tener un grupo de admiradoras, quienes la abordan regularmente en las fiestas o “cosplays” (fiestas de disfraces) para regalarle chapitas y cosas así: “A mí casi todos me conocen, porque siempre estoy subiendo fotos nuevas en Internet y me preocupo de ir cambiando el estilo de vez en cuando, para que así no me copien”.
“Nosotros nos burlábamos de los que nos copiaban y les empezamos a decir ‘pokemones’ como un insulto. Ahora es súper ridículo que se autodenominen así, porque es casi como si se llamaran ‘tontos’ o algo por el estilo”. (Paulina, Visual)
PELOLAIS: ¿SER O NO SER?
Hace un año atrás, Fernando Godoy, el actor que personifica a “Nacho” Larraín en la serie “Casado con Hijos” de Mega, masificó el término Pelolais. Posteriormente, en la teleserie “Vivir con Diez”, de Chilevisión, Ignacia Allamand encarnó a Eloisa Solé, una niña delgada, de pelo liso y con una actitud de superioridad que, de inmediato, se transformó en ícono y modelo a seguir por las chicas que cultivan esta tendencia.
En nuestro país, las pelolais partieron en Santiago, específicamente de Plaza Italia para arriba, en comunas como Providencia, Las Condes y Vitacura. Pero el fenómeno se expandió hasta Viña del Mar, teniendo a Reñaca como epicentro de esta particular expresión. Ahí, todos los días, y específicamente los fines de semana, las vemos rondando cerca del McDonald’s, el Mall y, cuando las temperaturas suben, la playa, más definidamente en el ya clásico cementerio.
Pero… ¿cómo son?, ¿cómo reconocerlas? Las lais son adolescentes de entre 14 a 17 años, de pelo largo, liso, rubio o castaño claro; tez blanca, en general muy delgadas, y algunas las describen como “demasiado lindas”. Van a colegios particulares, como el St. Margaret´s, St. Paul´s o Sagrada Familia, entre otros. Resulta curioso que cuando conversamos con niñas que poseen estas características, no se reconocen como parte de este estilo, pese a que se dan cuenta de que la descripción de las lais calza con ellas mismas. Eso pasa porque no acostumbran autodenominarse Pelolais, pues entre su círculo no es bien visto. También existe una subclase que se llama ondulais (de pelo ondulado).
Todas tienen fotologs (portales de internet y una especie de diario de vida o álbum fotográfico, donde se promocionan), y en estos espacios se publican fotos de alguna niña para que la vean y la posteen (dejar recados). Ahí abundan mensajes como: “demasiado regia”, “mina too el rato!” o “es filete”.
Cony y Xaviera, que a simple vista son dos pelolais, están paradas en la entrada del Mall del conocido balneario. Aseguran que niñas de este perfil se dejan ver bastante seguido, que hay varias. ¿Una descripción? Xaviera dice que “en general son santiaguinas, rubias, delgadas, blancas, bonitas… como tú poh, Cony (risas)”. En tanto, Cony sólo ríe irónicamente, reconociendo cierto grado de verdad, pero asegurando “no, yo no”.
La búsqueda continúa y, al interior del centro comercial, conversamos con algunas dependientas (¿quién más podría saber sobre sus costumbres más arraigadas?). Entre ellas está Francisca, que ya lleva cuatro meses trabajando en la galería, y tiene claro cómo describirlas. “En su forma de vestir aparentan no tener plata, pero son acomodadas, de clase alta o media alta”, expresa.
Pero su descripción prosigue: “Siempre andan en grupos, nunca solas. Son de gran personalidad, súper preguntonas al momento de averiguar sobre algún artículo, y a veces se expresan con una mezcla de español e inglés”. Además, la vendedora dice que cuentan y explican toda una historia referente a lo que compran: “…es que Pedro buscaba una igual, pero cuando fue a Santiago no encontró, y…”. Lo gracioso, agrega, es ver a chicas que tratan de ser pelolais, pero se nota de inmediato que no pertenecen al grupo, se ven diferentes, no conocen a los demás, su pelo no es rubio ni castaño; sólo son una “mala imitación”.
Su motivación para reunirse sólo se basa en pasear y pasarlo bien, no tienen una postura radical ante la vida, son felices y lo demuestran sin tapujos. Los fines de semana, antes de irse a carretear a Puerto Madero (en playa Las Salinas) u Ocio (camino costero hacia Concón), se juntan al interior del Mall, van al McDonald’s a comer algo y después a bailar, pero rara vez salen de su entorno geográfico más cercano. En el mejor de los casos, van hasta el Marina Arauco a comprar algo en Zara, o alguna tienda que ofrezca algo disímil a Reñaca.
Respecto a la ropa que usan, ocupan zapatillas blancas o de “chinita”, jeans celestes no tan ajustados, poleras de distintas clase, pero sí con la particularidad que debe notarse que son de una marca determinada, como Kosiuko o Foster. También le interesan los accesorios de Hello Kitty.
En el Bravísimo están Bruce y Maca, dos jóvenes de 14 y 16 años respectivamente. A ella no le molesta que le digan pelolais, y aunque realmente no se sienta parte del grupo, sí afirma que hay algunas amigas o niñas que les gusta ese mote. Él dice que son “cuicas, medio tontas, no saben nada y gritonas por naturaleza”.
Ambos creen que esto es algo casi exclusivo de las santiaguinas que vienen a veranear o pasear hasta esta parte de Viña. Que realmente no hay tantas como se piensa, pero que ha ido aumentando: “Si las quieren identificar son como el programa ‘Cabra Chica Gritona’ (que emitía el canal Via X y daba cuenta de dos escolares tipo abc1, cuicas y parlanchinas), y hablan utilizando mucho la ‘i’, como ‘amigui’”.
En la playa, en el famoso cementerio, hay tres niñas que se asemejan al estereotipo aludido. Conversando con ellas, confiesan que son del barrio alto, de Las Condes. Dicen que les asombra que hay hartas lais en Reñaca, pero que la diferencia pasa por el grado de “producción”, pues las de esta región se pintan y arreglan más que las capitalinas.
A sólo metros, e intentando escapar del sol, hay cuatro niñas que rondan los 15 años. Son viñamarinas, pero sólo una puede ser encasillada como pelolais, las otras quieren serlo, pero no calzan con el estereotipo antes descrito: “Ellas son regias, cuicas, pero tontas, los hombres las toman sólo para el rato, nunca en serio. Nosotras no somos lais, porque tenemos cerebro”. Confirman que pese a que no se sienten iguales; salen y compran en los mismos lugares, y van a las mismas fiestas (Puerto Madero, parece ser el centro neurálgico de su carrete de fin de semana).
Sobre jóvenes de su misma edad, pero de tendencias como Otakus, Visual o Emos, los desaprueban totalmente: “Son asquerosos, sólo quieren llamar la atención. Son feos, es penoso, yo jamás me vestiría así”, dice una; las otras asienten con la cabeza y gesticulan con expresión de asco, postura que en mayor o menor grado se repite en todos los jóvenes que dieron su opinión. Generalmente, hay una intolerancia patente en cada opinión.
“Ellas son regias, cuicas, pero tontas, los hombres las toman sólo para el rato, nunca en serio. Nosotras no somos lais, porque tenemos cerebro”.
Juan Carlos Molina, experto en temas de subcultura:
“LOS MEDIOS PONEN A LAS TRIBUS COMO ELEMENTOS DE VIOLENCIA”
EL sociólogo dio su visión sobre las nuevas agrupaciones urbanas, cuáles son y cuáles no, y qué implica pertenecer a alguna de estas nuevas maneras de relacionarse y reunirse.
“Las tribus se sienten con poder de verse diferente y soñarse distinto, de cuidarse, son una familia, se sostienen a sí mismos, se salvan, ahora ya nadie ayuda a otro, cada uno se salva como puede. Es una comunidad valórica que genera vínculos”.
Grupos como Pelolais, Emos y Otakus son relativamente nuevos, por lo cual no existen estudios acabados sobre ellos. Sí hay registros de los más clásicos como punks o raperos. Pero lo que se puede precisar es que todas estas tendencias juveniles tienen principios similares para unirse.
Para Juan Carlos Molina, sociólogo de la Universidad de Playa Ancha y con años de experiencia en el tema, este proceso de formación de subgrupos tiene una explicación bastante simple. Con la llegada de la modernidad, se produce un cambio en la formación del individuo, pues en épocas anteriores el niño pasaba de inmediato a ocupar el rol de adulto, en cambio, actualmente, existe un proceso que va desde los 14 a los 25 años, aproximadamente, donde los jóvenes forman su personalidad, momento donde critican a su familia y entorno más próximo, además de la consiguiente búsqueda de reconocimiento y sentimiento de pertenencia entre sus amigos.
El profesional de las ciencias sociales explica que las tribus urbanas surgen basándose en tres ámbitos: música, como plataforma de encuentro para sentirse identificado; fútbol, sobre todo en América Latina; y el animé japonés, como encuentro de expresión estética y simbólica; todo lo anterior ligado al Internet, un factor transversal de información, que ha potenciado estas manifestaciones.
Muchas corrientes que unen a los jóvenes no pasan más allá de la música, o solamente regido por una moda, pues hay que recordar que el gran negocio de la Industria Cultural tiene en este grupo una importante cantidad de consumidores que buscan una estética particular y diferente que desean satisfacer, pero que no pasa a la categoría de subcultura. Para que sea una tribu propiamente tal debe pasar a otro nivel, pensando en continuar con sus ideas, que no sea algo pasajero que se acaba a los 25 años, es decir, desarrollarlo como un proyecto de vida, seguir ligado a esto, plantearse el mundo de una perspectiva diferente.
El fin último de agruparse nace por una sencilla razón: más allá de la estética, los jóvenes se sienten muy solos, pues creen que quedaron excluidos del modelo; su propósito es cultivar el nosotros, romper con la competitividad, sentirse integrado. “Las tribus se sienten con poder de verse diferente y soñarse distinto, de cuidarse, son una familia, se sostienen a sí mismos, se salvan, ahora ya nadie ayuda a otro, cada uno se salva como puede. Es una comunidad valórica que genera vínculos. Pero esto se torna un arma de doble filo, pues nunca se juntarán grupos diferentes, que se reconocen entre sí, con rutinas similares, lenguaje, que apelan por la democracia y libre expresión, pero entre ellos mismos no son tolerantes; estar contigo, pero desde lejos”.
Entre Pelolais, Emos y Otakus ¿Cuáles serían tribus?
Los Emo y Pelolais no serían tribus, éstas son una mezcla de los demás. En cambio, los grupos relativos al animé japonés tienen contenido, posibilidad de generar discurso, de perpetuarla y asimilarla en su quehacer. El chico que toma esta cultura, desea aprender otro idioma, ahí está claramente la búsqueda de respuestas, no sentirse solo, hay otra mirada y forma de entender, son otros márgenes, es mucho más que un Pokemón y Pelolais. Los Otakus y sus derivados pueden llegar a generar acciones o temas. Imagina a los animé haciendo un paro o marchando, creo que están tomando autoconciencia de sí, ya hay encuentros, se reconocen, hay chats, consumo, etc.
¿Cómo deben afrontarlo los papás?
Hay dos elementos que deberían tener claro. En nuestra sociedad, se considera que existen dos tipos de niños: el niño promesa y el problema. El primero es el que obedece, no tiene problemas, estudia, no le sobra el tiempo, su discurso coincide con lo que dicta su entorno. El segundo es el niño que le sobra tiempo, si este chico aparece con expresiones o ropas distintas, probablemente sea por un período corto. Lo interesante es cuando tiene contenido ideológico, poder de pensar distinto, este segundo niño es más idóneo para esta época que es cambiante, de adaptación a nuevos escenarios, donde, de un momento para otro, puedes quedar cesante o cambiar tu estilo de vida.
¿Tiene algo malo pertenecer a estos grupos?
No, para nada. Si el niño cae en el alcoholismo o separación es porque ve y vive en un mundo que consume alcohol y drogas, pero si canalizan elementos y ponen en acción su energía, sería muy potente. El problema es que los medios ponen a las tribus como elementos exclusivamente de violencia, y se encargan de que se vea como algo peligroso. Imagínate que se organicen, tienen un poder de convocatoria muy grande, sólo que aún es muy fragmentado, pero tienen objetivos comunes, valores, identidad, un nosotros. Sí hay diferencia que en los sectores populares son mucho más transgresores, porque lo han perdido todo, en cambio los más acomodados tienen más que perder; sin embargo, cuando los dos consumen drogas o alcohol, son en niveles muy similares.
Finalmente, Molina dice que los jóvenes han cambiado, que ya no son hijos de la dictadura, y tienen la capacidad de hacer otras cosas sin sentir culpa, son más desafiantes, críticos, atrevidos, no respetan normas ni instituciones. Esto se vio en el caso de la protesta de los pingüinos y la ley LOCE, un ejemplo significativo de organización que fue impulsada fuertemente por estas tribus, las que, sin duda, nos dieron una lección de vida. Ahora el problema es cómo los integramos para explotar ese gran potencial que poseen.







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